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jueves, 26 de diciembre de 2013

Did you forget?



Sunshine y yo habíamos sido amigos desde que tengo memoria. Éramos casi inseparables, bueno, de hecho, sí éramos totalmente inseparables.


Nos la pasábamos todo el día charlando sobre cualquier cosa y nos quedábamos toda la noche hablando por teléfono hasta que su madre o la mía nos pedían que colgáramos.
Todos los días pasaba en mi auto por ella para llevarla a la escuela, ya que había tenido que vender el suyo.

Mi vida era complicada, casi como la de ella.


Mi padre me presionaba con eso de practicar deporte y conseguirme una "buena novia". Lo cierto era que no tenía novia, pero si sentía algo por Sunshine, cosa que a mi padre le molestaba porque la tenía tachada de rara. Los deportes no me importaban demasiado. Me centraba más en el estudio.

Claro que eso no era tan malo en comparación a lo que vivía Sunshine. Su mamá se había divorciado hacía dos años y ese mismo año le había detectado cáncer y varias enfermedades cardiacas. Había perdido su trabajo, precisamente por la enfermedad y el dinero que le enviaba el señor Scott (el padre de Susnshine) era muy poco para los tratamientos y medicamentos. Yo intentaba ayudarla con mis ahorros, pero ella se negaba, decía que con el dinero que ganaba en su trabajo era suficiente, cosa que no era verdad.

Trabajaba todas las tardes es una pequeña boutique cerca de la escuela. Ella lo mantenía en secreto. Todos pensaban que tenía mucho dinero porque en la boutique a veces le regalaban prendas y eran las que estaban de moda.


En fin. A pesar de todos los problemas que ambos teníamos, la pasábamos bien juntos. Sunshine decía que era feliz y yo también, porque realmente lo era. Bueno, la mayoría de las veces.

Una vez intenté suicidarme. Situación difícil. Me estaban presionando mucho y abrí la ventana. Después de eso todo es un recuerdo borroso. Algo que no me gusta, que solo es algo del pasado, y quedo atrás.


Todo había estado bien un tiempo, hasta que la madre de Sunshine tuvo y que ir al hospital, y desgraciadamente, ahí murió.

Tiempo después, no solo perdimos a la mamá de Sunshine, sino también a Sunshine. Ella también intentó suicidarse, pero a diferencia de mí, lo logró.

Tan solo tenía dieciséis años. Ni siquiera había entrado a la universidad. Ni siquiera terminamos juntos la preparatoria. Ni siquiera llegué a saber si ella estaba tan enamorada de mí, como yo lo estaba de ella.


Pasaron tres años. Luego dos más, lo que hacía un total de cinco años desde que había perdido a Sunshine.


Cuando me di cuenta, ya habían pasado siete años. Yo ya estaba casado, esperando a mi primer bebé. Todavía no olvidaba a Sunshine del todo.


—¡Jacob!— gritó Dana, mi esposa. Ese grito era señal de que la bebé venía.

Horas más tarde, en el hospital, tenía a mi preciosa hija en brazos. No podía evitar llorar de felicidad.

—¿Cuál será el nombre?— preguntó Dana. Siempre me gustó el nombre de Alexandra. Luciana, tal vez. Mientras pensaba en un bonito nombre miré a la ventana. Era una noche lluviosa de enero. Diecinueve de enero, para ser exactos. Fecha en la que Sunshine cumpliría 24 años. En la ventana había un rostro, o más bien, imaginé un rostro, el de la que había sido mi mejor amiga y el amor de mi vida. Sunshine Scott.

—Sunshine...— murmuré sin haberlo pensado siquiera. Estaba en una clase de trance del que desperté luego de decir ese nombre.

—Me encanta— escuché decir a Dana. Yo intenté explicarle, pero me quedé sin voz. Le entregué la niña a la enfermera y me senté en el sillón del cuarto. Unos minutos después, Dana se quedó dormida y yo no tardé en caer también.


Me levanté a la mañana siguiente del sueño más hermoso que jamás tuve.

Estaba cayendo por un precipicio, y cayendo, y cayendo, y cayendo. Pero cuando choqué con el piso no tenía ningún rasguño. Por alguna razón yo sabía que estaba muerto. Luego una joven de largo cabello castaño y rizado, me tomó de la mano. Sin decir nada, la seguí porque sabía que no me haría daño. Me sonrió y le devolví la sonrisa.

—Sunshine— susurré y ella asintió.

Luego desperté. Recordé que había tenido ese sueño antes de despertar en el hospital el día en que me intenté suicidar. Solo que la última vez había sido una Sunshine de quince años. Ahora era una de mujer de 24.


Los días que siguieron a ese sueño, fueron de lo más extraños. Muy seguido me perdía en mis pensamientos. Muy seguido veía a Sunshine en otras personas, a veces, incluso, escuchaba su voz. Soñaba con ella, de vez en cuando se me escapaba su nombre, pero podía cubrirlo diciendo que me refería a mi hija.


Día tras día, veía el rostro de Sunshine en los lugares más inesperados. Sentada en la parada de autobús, transportándose en un taxi, caminando hacia la biblioteca, e incluso reflejada en los espejos.


Un día decidí visitarla en el cementerio. Realmente me costaba y me dolía ir a visitar su tumba.

Caminé por el enorme terreno. Como había llovido en la noche, estaba todo lleno de lodo y charcos. Tenía que cruzar todo el cementerio para poder llegar a la lápida de mi vieja amiga. Me costó un poco hallar el lugar, pero llegué.


Todo tiene solución, menos la muerte.

Sunshine Genevieve Scott
01/19/ 1989 - 23/07/2006


Observé la leyenda de la tumba. Era una frase que Sunshine me decía mucho, cosa que me parecía realmente irónico, ya que ella misma había sido la que se rindió a buscar soluciones a sus problemas. Me quedé observando la fotografía que yo mismo había puesto en la lápida. Los tíos de Sunshine la pusieron detrás de un pequeño vidrio para que no se maltratara. Se miraba tan hermosa. Tenía una sonrisa preciosa, pero en esta foto no estaba sonriendo, estaba seria. El sol brillaba detrás de ella cuando tomé la foto y eso le daba un tono casi rojizo a su cabello. Suspiré al recordar ese momento. Era mi cumpleaños número dieciséis y habíamos viajado a la playa de Malibú, en California con mis padres. Empecé a notar que ella estaba muy triste debido a lo que le sucedió a su madre. Volvimos al hotel, eran las seis de la tarde, Sunshine decía que le dolía la cabeza y que se quedaría en el cuarto. Mi papá había salido a comprar unas cosas y mi mamá y yo estábamos en el elevador yendo por algo de comer. Cuando volvimos media hora después encontramos a Sunshine inconsciente sobre la cama, se había tomado una botella entera de pastillas para dormir. El mismo día de mi cumpleaños número dieciséis.

El recuerdo de mi mejor amiga pálida, sobre la cama, hizo que me estremeciera.

Iba en mi auto de regreso a mi casa y vi a una joven conocida correr de regreso al cementerio, de donde yo venía. Me estacioné rápidamente y la seguí. Cuando me di cuenta estaba de nuevo frente a la lápida de Sunshine. La joven que perseguí ahora traía una capucha. Se la quitó y casi me da un infarto. Era Sunshine. De verdad estaba ahí, como si estuviera viva, aunque yo sabía que no lo estaba.


—Jake, Jake, Jake...— dijo ella con su voz tan suave —He estado esperando este momento desde hace mucho tiempo.

—Sunshine...— dije con lágrimas en los ojos. Corrí a abrazarla, pero no podía ni siquiera tocarla.

—Jake...— respondió ella con la mirada en el suelo —Estaba esperando a que llegara este día, el día en que se me permitiera verte y hablar contigo de nuevo...

—Te extraño...

—Yo igual, es por eso que he venido. ¿Recuerdas todos esos momentos juntos?— empezó a tener una voz como si estuviera molesta —¿Recuerdas cada abrazo? ¿Se te olvidaron todos esos contactos tan breves, pero tan importantes para los dos? ¿Olvidaste el día en que me dijiste que me amabas?— me quedé sin respuesta y todos esos recuerdos volvieron a mi mente. Incluso la vez en la que le dije que la amaba, el día de su funeral —Dijiste que nunca me dejarías de amar y no era cierto. Te casaste, ahora tienes tu propia familia y me dejaste olvidada.

—Yo nunca te olvidé, Sunny. Siempre has sido y serás el amor de mi vida. Te amo— en ese momento ella se acercó a mí y me besó. Cerré los ojos por un momento y cuando los abrí parecía que nada más importara nunca más. Vi a Sunshine, luego miré hacia el piso en donde descansaba mi cuerpo. Yo estaba muerto, pero me sentía más vivo que nunca, estaba con Sunshine y estaríamos juntos hasta la eternidad.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Viajando por el tiempo




Era el año 3000. El planeta Tierra estaba mayormente hecho de pedazos de metal que sustituían todo el territorio que había sido destruido durante una invasión de extraterrestres (como decía mi bisabuela, “era solo de relleno”). Los humanos del segundo milenio habían logrado llevar la tecnología que existía en ese momento a niveles inimaginables, pero sin darse cuenta, estaban avanzando hacia una bomba de tiempo que destruiría su raza.

Yo había decidido evitar que todas esas catástrofes ocurrieran y que mi gente no estuviera tan dañada. Había inventado la primera máquina del tiempo en la historia de la humanidad, pero era un secreto. Si el gobierno se enterara, me encarcelaría y robarían mi invento para usarlo en su beneficio.

Salí de aquel tubo de cristal que formaba parte de la máquina del tiempo. Había vuelto al año 2050 para corregir los errores que la raza humana había cometido y que habían afectado mi tiempo.

Lo primero que observé fue a dos hombres con hachas. Ambos intentaban derrumbar un par de enormes árboles que debían tener más de cincuenta años de antigüedad.

Caminé sigilosamente fuera de esa zona. Recorrí el lugar durante unos diez minutos hasta que llegué a un edificio gris. Parecía una escuela o algo así.

Un muchacho corría fuera del edificio, supongo que buscando un vehículo. Me chocó y sus papeles se cayeron. Quise ayudarlo, pero obviamente su absurdo orgullo de hombre le ganó sin dejarme recogerle sus cosas.

Entré en el edificio y todos me miraron. Probablemente por mi atuendo tan fuera de lugar que no encajaba para nada con la época. La gente de este tiempo vestía atuendos locos de colores.

Salí inmediatamente del edificio ya que no detecté ningún problema ahí. Quería ir al origen de todos los problemas. Si mal no recordaba todo empezó en abril de 2050, que era exactamente la fecha en la que me encontraba.

Pedí indicaciones de cómo llegar a la planta nuclear. Ahí no solo manipulaban la energía nuclear, sino que también estaban experimentando (en ese momento) con tecnología que iría degradando a la humanidad.

Me escabullí dentro de la planta y llegué a las salas de Tecnología. Veía máquinas y aparatos, partes de artefactos que en mi tiempo ya estaban mejorados. Corrí hasta el interruptor de la electricidad y lo bajé. Se supondría que ese día habría un apagón que interrumpiría el trabajo de las plantas y eso evitaría la catástrofe que llegaría hasta mi tiempo.

Inmediatamente volví al tubo de la máquina del tiempo y me encaminé hacia el año 3000. Siempre me habían dicho que si se cambiaba algo en el mundo del pasado, nuestro futuro sería diferente, probablemente peor a como era actualmente. Pero no fue así. La invasión extraterrestre jamás había pasado y el planeta Tierra seguí siendo como hace más de mil años. Todo era tan real, tan hermoso. Totalmente perfecto.



Y fue así como viajando al pasado, cambié mi futuro a uno mejor.

jueves, 31 de octubre de 2013

Por favor, no te vayas.

Bueno, este es una de mis historias, y es para eso que creé este blog, espero que les guste♥



[James]
Me desperté con un dolor fuerte de cabeza, mi corazón latía rápido y mis oídos zumbaban. Minutos después, todo pasó. Últimamente había estado teniendo unos extraños dolores en diferentes partes de mi cuerpo.

Me dormí de nuevo, ya que tendría clases al día siguiente.

Desperté al escuchar mi alarma y me dirigí al baño a arreglarme.Bajé las escaleras sosteniéndome con cuidado de las escaleras.

—Buenos días— dijo mi madre y me besó la frente. Me dio mi desayuno y cuando terminé salí de la casa a la escuela.


Estaba sentado en mi banca, sufriendo en silencio. Era hora del almuerzo, pero no tenía hambre. Una chica pálida, de cabello y ojos oscuros me miró y sonrió.


—Hola— dijo ella con una mirada brillante. Era muy bonita y realmente no sabía porqué me hablaba si las chicas bonitas no lo hacían. Ella era nueva, ahí está todo.
—Hola— respondí poniendo la mejor sonrisa que pude.
—Soy Alessa, ¿y tú?
—Soy James.
—Mucho gusto. Oye, James, ¿te encuentras bien?
—Sí.
—¿Seguro?
—Sí, ¿por qué?
—Oh, por nada.

La clase comenzó. La profesora nos pidió salir a la cancha de fútbol.

—¿Te gusta esta clase?— me preguntó Alessa.
—No mucho— respondí. El sol estaba a todo lo que daba. Me molestaba mucho, y no me estaba sintiendo bien. Cerré los ojos y suspiré profundo, pero el oxígeno no lograba llenar mis pulmones. Todo me dio vueltas y caí de rodillas, me sostenía con mis brazos, pero me sentí débil y cuando me di cuenta mi mejilla ya estaba tan cerca del pasto como era posible.Todos se pusieron a mi alrededor y la profesora pidió que me dejaran espacio para respirar. Me levanté con su ayuda y me ayudó a llegar a la enfermería.
*/

Abrí los ojos lentamente y luego me apoyé sobre mis codos.

—Oh, James, es bueno que hayas despertado. No te preocupes ya llamamos a tu casa, vendrá tu madre a recogerte en unos minutos— me explicó la enfermera, contestando a mi pregunta aún no hecha.
—¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?— pregunté.
—Estábamos a punto de llamar a una ambulancia. Las clases casi acaban.
—¿En serio?
—Sí, pero tranquilo. Cuando tu madre llegue, verá cómo hacerte sentir mejor. Ahora, come esto— me dio una galleta y un jugo. Y qué bueno que lo hizo porque yo necesitaba azúcar.

[Alessa]
En cuanto sonó el timbre, salí disparada hacia donde me dijeron, era la enfermería. Quería ver qué había pasado con James. El chico de verdad me asustó.

—Hola— dije mientras entraba en la oficina de la enfermera —. Uh, ¿sigue James Maslow aquí?
—Sí, ¿qué necesitas?
Quería saber si se encuentra bien.
—El está bien.
—Uh, gracias.— salí de ahí y esperé a que James saliera, lo cuál fue sólo unos minutos después de que yo hubiera salido —¡Hola, James!— exclamé al verlo salir —¿Cómo te sientes? ¿Qué te pasó? ¿Te duele algo?— pregunté apresurada.
—Estoy bien, es sólo que se me bajó el azúcar.
—¿Vas a tu casa? T-te puedo acompañar si quieres.
—Gracias, pero pasarán por mí.
—Ah, okay. Nos vemos luego— él se despidió y caminó lentamente hasta la puerta de entrada. Ese chico era perfecto, me gustó desde que lo vi. Pero creo que si se lo dijera sería un tanto raro.

Caminé, como todos los días, a mi casa, entré directamente a la cocina porque olía realmente delicioso.
—¿Cómo te fue?— preguntó mi padre
—Bien— sonreí.
—Qué bueno. Veo que te ha gustado el primer día de clases.
—Sí, así es.
—¿Qué tal los maestros?
—Oh, son buenos— dije seguido de un suspiro.
—¿Y tus compañeros de clase?
—También bien— automáticamente pensé en James. Hasta ahora no había estado con ninguno de mis compañeros, sólo con él.

[James]
Llegué cansado a mi casa y me fui directo a mi cama. Suspiré y escuché a mi mamá hablando por teléfono abajo. Estaba hablando con mi padre y estaba preocupada. Colgó y llegó otra llamada. Era de su trabajo, lo supe por cómo hablaba. Unos minutos después colgó y subió a mi cuarto.

—James...
—Sí, ya sé, tienes que viajar.
—Te prometo que no serán más de tres días y no te dejaré con tu tutora, Ali vendrá a pasarse ratos contigo.
—¿Ali vendrá?— hacía años que no veía a mi hermana mayor y la idea de que estuviera conmigo me emocionaba.
—Sí, así es— sonrió mamá. Pasó su mano por mi cabello y luego la bajó a mi rostro—.Mi avión sale esta noche, Ali te llevará a la escuela mañana.
—Puedo ir solo.
—No, no te dejaré conducir mientras no estoy.
—Mamá, ya tengo diecisiete...
—¿Y?— puse los ojos en blanco — Baja a comer algo, ¿sí?
—Claro— salté de mi cama y bajé las escaleras con cuidado.
*/

—Si necesitas algo, me llamas— dijo mi hermana mientras me dejaba en la escuela.—Sí, mamá— puse los ojos en blanco —.Ali, nada me va a pasar, me encuentro bien, de verdad.
—Más vale prevenir que lamentar, Jamie.
—Adiós, Ali.
—Adiós, hermanito.

Entré a la clase de artes y miré a Alessa. Se veía muy linda con el vestido que traía puesto, era un estilo loco que combinaba. Vi que tampoco traía puesto mucho maquillaje y sonreía, tenía la sonrisa más bonita que jamás vi. Se me acercó y me saludó casi perforándome con sus profundos ojos café.

—H-hola, Alessa.
—Hola, James, ¿cómo estás?
—Muy bien.
—Oye, me preguntaba si querrías salir al cine o algo...— me dijo tímida.
—Uh, sí y te puedo enseñar la ciudad, con eso de que te acabas de mudar....
—Me encantaría— un rubor rosa se apropió de sus mejillas.
—¿Te parece después de clases?
—Sí.

Y así estuve toda la clase y el resto de ellas, dándole a Alessa sonrisitas y miraditas muy típicas de una pareja enamorada.

[Alessa]
*/

James recién me había invitado a salir (aunque yo tomé la iniciativa) y estaba que explotaba de emoción. En serio me encantaba y no sólo por cómo lucía, porque él era guapísimo, sino porque era tímido y adorable.
A la hora de salida su hermana iba a recogerlo, pero él le explico sobre nuestra "cita", bueno para mí, eso era.
*/

Anduvimos dando muchas vueltas por el centro comercial y él me contaba cada detalle de cada cosa; y así me gustó más.

[James]
Íbamos saliendo del centro comercial y me dio un fuerte dolor en el pecho, lo disimulé lo mejor que pude para que Alessa no se preocupara. Al parecer ese dolor pasó desapercibido y ella no se dio cuenta para nada de qué había pasado.

[Alessa]
*/

Pasaron varios meses. Para ser exactos, tres meses y yo ya estaba segura de estar enamorada de James. Para él, sólo éramos amigos, a pesar de haber pasado todas la vacaciones de navidad y más tiempo juntos.
En realidad eso no me preocupaba mucho, me preocupaba más cómo estaba él. Cada día yo veía que él estaba más pálido y débil, pero me decía que no pasaba nada, que estaba perfecto. Casi siempre era la excusa de "No he dormido bien", o la de "He estado ocupado cuidando a Ali y su bebé".
*/

—James, ya dime, ¿qué te pasa?
—Nada, Alessa, ya deja de preocuparte.
—James David Maslow, estuviste a muy poco de caerte por las escaleras, no me digas que sólo te tropezaste.
—Me mareé un poco, ¿qué hay de malo con eso?
—¿Te das cuenta de que puede ser algo más que un mareo? Puede ser algo peor, puedes tener alguna enfermedad, o algo...
—Alessa, ya, no seas ridícula, ¿crees que si me estuviera pasando algo no te lo diría?
—Está bien, te voy a creer.

Él tenía razón, no me ocultaría nada y menos si algo con él estuviera mal.

[James]
¡Maldita sea! Ya me estaba cansando de ocultarle cosas a Alessa, ella era mi única amiga y se preocupaba por mí. Vamos, James, dile, dile que estás enfermo....

—Oye, Alessa...
—¿Sí?— ¡oh, Dios! ¿por qué la hiciste tan adorable? No podía borrarle esa sonrisa... sería inhumano....
—¿Sabías que me gusta mucho tu sonrisa?
—¿Ah, sí?— respondió con las mejillas rojas.
—Por supuesto, ¿a quién no le gustaría?
—Pues gracias, James. Tú también tienes una bonita sonrisa y unos ojos hermosos.
—Gracias— contesté con las mejillas rojas también, sólo que lo mío era natural. Me saqué los lentes, no sé porqué, y miré hacia otro lado —. Nunca nadie que no fuera mi mamá o mi hermana me había hecho un cumplido— pensé en voz alta.
*/

Desde ese grandioso día en el que me di cuenta de que Alessa me gustaba, me había empezado a sentir peor, pero no le dije a nadie, ni siquiera a mis padres, ni mis hermanos.
*/

Dos meses después sentía que de verdad me estaba muriendo, estaba sentado en mi cama, sin hacer nada y un dolor muy fuerte me dio en el pecho, luego, subió hasta la cabeza. Me mareé demasiado. Le llamé a mi mamá a gritos, a pesar de que me faltaba el aire. Ella llamó a la ambulancia rápidamente y yo sólo caí al suelo.
*/

Desperté en el hospital conectado a muchas máquinas y otros aparatos. Lo único que podía pronunciar era el nombre de la chica que más había amado en mi vida: Alessa.

—James...— escuché a mi madre sollozar.
—¿Mamá? ¿Qué ha pasado?
—Oh, mi Jamie... ¿por qué no nos dijiste que te estabas sintiendo tan mal? C-creíamos que tu enfermedad estaba cesando y...
—No quería preocuparlos.... ¿qué te han dicho los doctores?— ella comenzó allorar desconsoladamente, y llamé a Ali, quién también estaba en la habitación.
—Jamie... ya los doctores no pueden hacer nada...— su voz se estaba quebrando y eso quebraba mi corazón también, ¿o sería mi enfermedad? ¡Dios, me estaba muriendo!
—¿Ya... ya no podré... seguir...?— Ali negó con la cabeza y comenzó a llorar con mi madre. Yo también estaba llorando. Todo lo que había soñado con Alessa, no podía ser, yo estaba a punto de morir. <Te amo, Alessa>, susurré, mi pecho dolió como nunca y cerré los ojos.

[Alessa]
No había sabido de James en muchos días y como no contestaba su celular, llamé a Ali.

—Hola, ¿puedo hablar con James?
—Alessa...
—¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?
—Alessa... ¿él no te lo dijo, verdad, nena?
—¿Decirme qué?
—Sobre su enfermedad...
—¿Q-qué enfermedad?

De pronto lo supe. James, sí estaba enfermo y no había querido decirme. Ali intentaba decirme que él ya no... Ya no estaba con nosotros.
No podía llorar. Sólo caminé a mi casa y tragué saliva al entrar. Subí a mi cuarto ignorando a mis papás, me encerré y mi corazón latía a mil por hora. No, no podía ser, no MI James. Cuando me di cuenta, estaba llorando y gritando.
Mis padres llegaron corriendo espantados por mi grito. Sentí a mi madre agarrando mi brazo y alejándome de la ventana por la que quería lanzarme.
*/

Han pasado tres meses. Tres meses desde que perdí al amor de mi vida. No he podido superarlo, no he podido hacer nada desde entonces. Mis papás me trajeron a un lugar en donde no hay ventanas, sólo mucho cuartos con paredes blancas y personas dando vueltas; ellos me han traído a un hospital mental. No me interesaba en lo absoluto, yo sólo quería a mi James de vuelta.
El solo pensamiento de que ya jamás volveré a ver sus brillantes ojos hazel detrás de sus anteojos, me deprime, me rompe el corazón y me dan ganas de morirme, pero sé que él no quiere que lo haga. Él quiere que sea feliz, pero yo sin él no puedo serlo.